Despertaba cada mañana sorprendido de no haber muerto la noche anterior. Lo primero que hacía al levantarse era cambiar la
zanahoria que llevaba permanentemente pegada a su
barriga, desde que una noche, en uno de aquellos sueños
que le llevaban a paroxismos de terror y delirio, una voz, que
parecía venir de todas partes, le avisó de que mientras lo hiciera
así, nada podría matarle. Y el hecho de seguir vivo, le reafirmaba
en tan peregrina práctica.
Alguna vez salía a la calle, muy a su pesar, pues sospechaba,
según había visto en sus sueños, que podían seguirle sicarios
encargados de arrebatarle su zanahoria y su vida. Así, su manera de
andar era errática, y su mirar, esquivo,
pretendiendo anticipar los movimientos de los transeúntes a su
alrededor.Ayer le encontraron muerto en su cama. Su rostro era una máscara de terror puro, y una zanahoria reposaba junto a él.
1 comentario:
No sé por qué le tememos tanto a la muerte, al fin y al cabo es algo inevitable. El que teme a la muerte no sabe disfrutar de la vida ¿no es mejor disfrutar mientras vivimos y olvidarnos de todas aquellas cosas que nos atan a una vida aburrida y sin aliciente?
(no me gustan mucho las zanahorias, pero el tipo era original)
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