lunes, 1 de octubre de 2012

SIDDHARTA ZARDOYA OTIS



Mi  trabajo como escalera mecánica  es una continua fuente de alegrías, salpicada de vez en cuando, por pequeños sinsabores…Aunque dudo de que se pueda calificar de pequeño al zopenco que, hace unos días,  se puso a saltar en mitad de mi recorrido. Debía pesar al menos 250 kilos y por poco me rompe una cremallera.
 Desde luego, nada que ver con las palomas zuritas que se cuelan por los tragaluces abiertos; el otro día, una de ellas, que debía estar cansada, se me acercó andando, y me pidió por favor si podía llevarla al piso de arriba.
A mí, lo que más me gusta son esas niñas zalameras agarradas a papá o a mamá, o esos niños estrenando disfraz de sheriff, con sombrerazo en la cabeza y estrella de zinc en el pecho, impartiendo justicia.
Hora de cierre, comienza mi sesión de meditación zen. Hasta mañana, amigos.

1 comentario:

Sofía Campo Diví dijo...

Muy bien, así me gusta, dando ejemplo