martes, 3 de julio de 2012

EL ALGUACIL

La risa un poco ronca y una barba que siempre pincha, así es como aparece siempre en mi memoria, Dionisio, el alguacil del pueblo. Eterno solterón, era el tío adoptivo de todos los zagales del pueblo. Cómo le envidiábamos cuando, gallarda la figura, se plantaba en el centro de la plaza del pueblo, soplaba largamente la cornetilla con la que anunciaba que iba a dar lectura a algún bando y con su voz, oscura  y poderosa, gritaba a pleno pulmón-- De orden del señor alcalde, se hace saber...--, y cuando terminaba de leer lo que tenía encargado, volvía a hacer sonar su cornetilla, y se iba a otra zona del pueblo, a repetir su lectura.