viernes, 1 de junio de 2012

CONSPIRANOICO


Despertaba cada mañana sorprendido de no haber muerto la noche anterior. Lo primero que hacía al levantarse era cambiar la zanahoria que llevaba permanentemente pegada a su barriga, desde que una noche, en uno de aquellos sueños que le llevaban a paroxismos de terror y delirio, una voz, que parecía venir de todas partes, le avisó de que mientras lo hiciera así, nada podría matarle. Y el hecho de seguir vivo, le reafirmaba en tan peregrina práctica.
Alguna vez salía a la calle, muy a su pesar, pues sospechaba, según había visto en sus sueños, que podían seguirle sicarios encargados de arrebatarle su zanahoria y su vida. Así, su manera de andar era errática, y su mirar, esquivo, pretendiendo anticipar los movimientos de los transeúntes a su alrededor.
Ayer le encontraron muerto en su cama. Su rostro era una máscara de terror puro, y una zanahoria reposaba junto a él.

1 comentario:

Sofía Campo Diví dijo...

No sé por qué le tememos tanto a la muerte, al fin y al cabo es algo inevitable. El que teme a la muerte no sabe disfrutar de la vida ¿no es mejor disfrutar mientras vivimos y olvidarnos de todas aquellas cosas que nos atan a una vida aburrida y sin aliciente?
(no me gustan mucho las zanahorias, pero el tipo era original)