viernes, 27 de abril de 2012

UNA DE LAS ONCE MIL VIRGENES...


Sonó el despertador, sacándola de un delicioso sueño erótico. Su mano se dirigió, instintivamente, a su vientre, notándolo jugoso y abierto al juego sensual y se masturbó, gozando de las últimas imágenes del sueño que se desvanecía con rapidez.
Recordó entonces su lectura de la noche anterior, un par de páginas de un delicioso librito titulado “Las once mil vergas”, y fue como si se abrieran las puertas de un torrente de deseo. Su mano y sus dedos destilaron la esencia de su sexualidad y su cuerpo vibró y se convulsionó al compás de las oleadas de un silencioso orgasmo.
Jadeante aún, apartó la ropa de la cama, encendió la luz  y se fue vistiendo, despaciosamente, sin poder reprimir una sonrisa de satisfacción. Se sentó en su silla y se calzó las sandalias.


Sor Magdalena se levantó, y con  cuerpo tranquilo y alma inquieta, se encaminó a la capilla.


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